Este jueves se dio a conocer que el equipo de teólogos del Vaticano aprobaron el milagro intercedido por Chiquitunga, cada vez falta menos para la beatificación de la primera santa Paraguaya.
El embajador paraguayo ante el Vaticano, Esteban Kriskovich, informó que los siete miembros de la Comisión Teológica de causas de los santos aprobaron el milagro por unanimidad, ahora se aguarda las formalidades de comisión de obispos y Cardenales, posteriormente el decreto del Papa para la beatificación, el paso antes de la santidad.
LA HISTORIA: María Felicia, familiarmente "Chiquitunga", nació en la familia Guggiari Echevarría en Villarica, Paraguay el 12 de enero de 1925.
A los 16 años se alistó en las filas de la Acción Católica de la que fue miembro entusiasta y dirigente abnegada. Se consagró a servir a Dios. Lo encontró enlos niños en la catequesis, en los jóvenes trabajadores o universitarios con sus problemas, en los pobres, enfermos y ancianos en sus necesidades materiales y espirituales. Trabajó primero en Villarica, luego en Asunción.
Felicia amaba de corazón el apostolado. Pero llegó el día en que Jesús la llamó para Sí en la vida contemplativa. Para ofrecerlo todo a Dios, a los 30 años, ingresó en el Carmelo de la Asunción (Paraguay). Tomó el hábito de Carmelita Descalza el 14 de agosto de 1955. Su camino fue ofrecerlo todo. Como Santa Teresita de Lisieux y otras grandes hijas del Carmelo, la Hna. Felicia descubrió el secreto de la vida escondida para Jesús, vida sumamente fecunda que desborda en bendición para toda la humanidad. Cuentan que cierta Hermana había exclamado: "Apresurémosnos, porque el tiempo es oro", a lo que la sierva de Dios respondió con toda dulzura para no ofenderla: "No, hermana, el tiempo no es oro, es apostolado".
Vibraba en ella el amor apremiante de Cristo, la ternura filial a su "Madrecita", La Virgen María, la participación activa en la Eucaristía y en la misión evangelizadora de la Iglesia Católica.
Las Madres Carmelitas Descalzas de Asunción recuerdan: "En los cuatro años que la querida Hermana vivió entre nosotras se caracterizó por su gran espíritu de sacrificio, caridad y generosidad, todo envuelto en gran mansedumbre y comunicativa alegría"
La hepatitis infecciosa que ya había llevado a la tumba a una de sus hermanas, la obligó a internarse en un Sanatorio de la ciudad, en enero de 1959, por un mes y algo mas.
Estoy con estos sentimientos de que no ha de ser mucho lo que me falte para que Jesús, viendo sobre todo mi nada, me lleve pronto.
Aunque pide por su salud porque cree que todavía podrá servir a su Amado en la tierra, ella se pone totalmente en sus manos.
Enfermó de púrpura, una especie de derrame interno que producía en distintas partes del cuerpo y de la cara unas manchas de sangre; su médula ósea no elaboraba ya glóbulos rojos.
Tenía un gran anhelo por encontrarse con su Divino Esposo. La Hna. Felicia recibió con mucha devoción el sacramento de los enfermos con todo su conocimiento. "He aquí Jesús, a tu pequeña esposa".
Murió el 28 de marzo del 1959, domingo de Pascua. Aproximadamente a las cuatro de la mañana, y con todos los familiares presentes, entra en agonía. Estaba rozagante, recuerda alguien. Pidió a la madre Priora y a otras dos Madres allí presentes, le leyeran el "Muero porque no muero" de Santa Teresa de Jesús(fundadora de la orden). Recostada en los almohadones parecía dormir. De pronto se yergue y con una energía no común exclama:
Papito querido, ¡qué feliz soy!; ¡Que grande es la Religión Católica!; ¡Que dicha el encuentro con mi Jesús!; ¡Soy muy feliz!"
Y sin borrársele la sonrisa:
Jesús te amo. ¡Que dulce encuentro! ¡Virgen María!
Luego una frase de despedida y consuelo a su madre y hermano y plácidamente su alma voló al cielo. En su rostro quedó estampada la dulce y característica sonrisa que le había animado en vida. Chiquitunga tenía 34 años de edad.
Lee Más en: https://chiquitunga.jimdo.com/vida-de-chiquitunga
El embajador paraguayo ante el Vaticano, Esteban Kriskovich, informó que los siete miembros de la Comisión Teológica de causas de los santos aprobaron el milagro por unanimidad, ahora se aguarda las formalidades de comisión de obispos y Cardenales, posteriormente el decreto del Papa para la beatificación, el paso antes de la santidad.
LA HISTORIA: María Felicia, familiarmente "Chiquitunga", nació en la familia Guggiari Echevarría en Villarica, Paraguay el 12 de enero de 1925.
A los 16 años se alistó en las filas de la Acción Católica de la que fue miembro entusiasta y dirigente abnegada. Se consagró a servir a Dios. Lo encontró enlos niños en la catequesis, en los jóvenes trabajadores o universitarios con sus problemas, en los pobres, enfermos y ancianos en sus necesidades materiales y espirituales. Trabajó primero en Villarica, luego en Asunción.
Felicia amaba de corazón el apostolado. Pero llegó el día en que Jesús la llamó para Sí en la vida contemplativa. Para ofrecerlo todo a Dios, a los 30 años, ingresó en el Carmelo de la Asunción (Paraguay). Tomó el hábito de Carmelita Descalza el 14 de agosto de 1955. Su camino fue ofrecerlo todo. Como Santa Teresita de Lisieux y otras grandes hijas del Carmelo, la Hna. Felicia descubrió el secreto de la vida escondida para Jesús, vida sumamente fecunda que desborda en bendición para toda la humanidad. Cuentan que cierta Hermana había exclamado: "Apresurémosnos, porque el tiempo es oro", a lo que la sierva de Dios respondió con toda dulzura para no ofenderla: "No, hermana, el tiempo no es oro, es apostolado".
Vibraba en ella el amor apremiante de Cristo, la ternura filial a su "Madrecita", La Virgen María, la participación activa en la Eucaristía y en la misión evangelizadora de la Iglesia Católica.
Las Madres Carmelitas Descalzas de Asunción recuerdan: "En los cuatro años que la querida Hermana vivió entre nosotras se caracterizó por su gran espíritu de sacrificio, caridad y generosidad, todo envuelto en gran mansedumbre y comunicativa alegría"
La hepatitis infecciosa que ya había llevado a la tumba a una de sus hermanas, la obligó a internarse en un Sanatorio de la ciudad, en enero de 1959, por un mes y algo mas.
Estoy con estos sentimientos de que no ha de ser mucho lo que me falte para que Jesús, viendo sobre todo mi nada, me lleve pronto.
Aunque pide por su salud porque cree que todavía podrá servir a su Amado en la tierra, ella se pone totalmente en sus manos.
Enfermó de púrpura, una especie de derrame interno que producía en distintas partes del cuerpo y de la cara unas manchas de sangre; su médula ósea no elaboraba ya glóbulos rojos.
Tenía un gran anhelo por encontrarse con su Divino Esposo. La Hna. Felicia recibió con mucha devoción el sacramento de los enfermos con todo su conocimiento. "He aquí Jesús, a tu pequeña esposa".
Murió el 28 de marzo del 1959, domingo de Pascua. Aproximadamente a las cuatro de la mañana, y con todos los familiares presentes, entra en agonía. Estaba rozagante, recuerda alguien. Pidió a la madre Priora y a otras dos Madres allí presentes, le leyeran el "Muero porque no muero" de Santa Teresa de Jesús(fundadora de la orden). Recostada en los almohadones parecía dormir. De pronto se yergue y con una energía no común exclama:
Papito querido, ¡qué feliz soy!; ¡Que grande es la Religión Católica!; ¡Que dicha el encuentro con mi Jesús!; ¡Soy muy feliz!"
Y sin borrársele la sonrisa:
Jesús te amo. ¡Que dulce encuentro! ¡Virgen María!
Luego una frase de despedida y consuelo a su madre y hermano y plácidamente su alma voló al cielo. En su rostro quedó estampada la dulce y característica sonrisa que le había animado en vida. Chiquitunga tenía 34 años de edad.
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